La gran epidemia de la sociedad de
consumo
La obesidad
y el sobrepeso se han convertido en uno de los principales problemas de salud
pública a nivel mundial. Tanto es así que la Organización Mundial de la Salud
(OMS) ya lo cataloga como la epidemia del siglo XXI. Esto se debe a las enormes
dimensiones adquiridas en los últimos tiempos y a su repercusión sobre la
sociedad. La morbimortalidad, el deterioro de la calidad de vida, las
enfermedades derivadas o asociadas a este problema y su impacto en el gasto
sanitario no pueden ser obviadas.
Más de mil
millones de personas en el mundo tienen sobrepeso, de las cuales trecientos
millones son obesas. Lejos de solventarse, este problema se extiende a la
población infantil. Tanto en Europa como en Estados Unidos la obesidad en
menores se ha cuadriplicado desde los años noventa hasta la actualidad.
España no
podía ser la excepción, aquí la obesidad infantil ha vivido un aumento sin
precedentes. En los últimos veinte años el porcentaje de niños obesos ha pasado
del cinco al dieciséis por ciento, situándose en segundo lugar a nivel europeo.
Resulta
paradójico, sin embargo, que siendo la dieta mediterránea una de las más
saludables y equilibradas, los hábitos alimentarios de nuestro país se parezcan
cada vez más a los de Estados Unidos.
Las causas principales
de este fenómeno están relacionadas con el estilo de vida. Factores como el
sedentarismo y el cambio en los hábitos alimenticios, generalmente provocados
por influencia de los padres, son determinantes. Los niños cambian el consumo
de frutas, verduras, legumbres y pescados por bollería, comida rápida, platos
precocinados y golosinas. En lo que respecta al sedentarismo, dedican mucho más
tiempo a actividades como el uso de ordenadores, videoconsolas y a ver la
televisión, que a la realización de actividades físicas. Por tanto, se produce
una discordancia entre la ingesta de calorías y el consumo de energía por parte
del niño que da lugar a la aparición de sobrepeso.
Existe la
creencia de que el sobrepeso es cosa de la genética de cada uno. Pero, si bien
es cierto que las probabilidades de que un niño padezca sobrepeso aumentan
considerablemente si los padres lo son, también lo es que se reducen si lleva
una alimentación equilibrada y realiza una actividad física regular. Lo más
relevante es que, aproximadamente, sólo un 7% de los casos tienen su origen en
factores de tipo biológico, debiéndose a factores exógenos el 93% de los casos
restantes. Actualmente, la obesidad es
considerada como la enfermedad nutricional más frecuente entre los niños y
jóvenes de los países desarrollados. Y esto no lo produce la genética.
El sobrepeso y la
obesidad infantil pueden ocasionar problemas psicológicos en el niño como baja
autoestima o estigmatización social.
Este
problema no afecta sólo a países desarrollados, sin embargo, en países en vías
de desarrollo se observan diferencias en cuanto al nivel socioeconómico de la
población afectada. En los primeros, son los grupos socioeconómicos más
deprimidos los que más casos de obesidad presentan, mientras que en los
segundos son los colectivos más acomodados los que la padecen.
Lo saludable también vende
A raíz de
que los países tomasen conciencia de esta problemática, comienzan las campañasde sensibilización. La población empieza a concienciarse de los beneficios de seguir
unas pautas de alimentación saludables y de las repercusiones que puede
acarrear no hacerlo. Pero en este proceso de mentalización ciudadana también
entra en juego la publicidad y los productos light, en torno a los cuales se abre un amplio debate. Y es que no siempre son tan saludables como parecen vendernos en los anuncios.